A ese que bien conozco, que sólo cambia de nombre.
A ése que bien conozco, que sólo cambia de nombre.
A ése que no está listo o no quiere amarme;
No vine a este mundo a convencerle de lo maravillosa que soy, de hecho, aún sin saberle muy bien el nombre, estoy convencida de que no he hecho más que llenarle los bolsillos de dudas con mi manera tan repelente y voluble de ser.
No vine a medirme a este mundo donde no te dejan ser tú.
A medir mis chistes, a medir mis ganas, a medir mis pensamientos porque no congenian, a esperarle y quererle porque «no hay de otra».
Yo no sé qué tiene usted que hoy me guste, pero si sé qué es lo que tiene usted que le disgusta o le asusta o le da pereza o le aleja o lo repele: a mi. No se preocupe, no me tendrá por mucho tiempo, gracias a usted.
Usted no es el primero que pasa por mis sábanas y me hace desearle y pedirle sin palabras que se quede. Usted es uno de varios que no puede conmigo. Porque soy mucho de ésto, mucho de lo otro, demasiado algo. Y usted no busca lo mismo.
Porque, por más que quiera que el intelecto gane, que el corazón proteja, que lo correcto flote, no soy más que otra occidental intentando escapar del amor romántico, atrapada entre sus raíces.
Ya llegué a la orilla del país y sigo escapando, hasta que la carne duela y la lengua se me adormezca, con las ganas constantes de que alguien se quede, me aguante.
No me malinterprete, sé que soy encantadora, de esos encantos de zoológico, que uno ve salvaje y maravilloso, admirándole su coraje, su pureza. Y teniéndole lástima por saberle enjaulado, volteando hacia el otro lado, porque es más cómodo.
Podré ser una loca más en su lista, mientras usted es un cobarde más en la mía.
Es que nadie me enseñó a elegir, tengo 26 años improvisando.
A ése que no está listo o no quiere amarme;
No vine a este mundo a convencerle de lo maravillosa que soy, de hecho, aún sin saberle muy bien el nombre, estoy convencida de que no he hecho más que llenarle los bolsillos de dudas con mi manera tan repelente y voluble de ser.
No vine a medirme a este mundo donde no te dejan ser tú.
A medir mis chistes, a medir mis ganas, a medir mis pensamientos porque no congenian, a esperarle y quererle porque «no hay de otra».
Yo no sé qué tiene usted que hoy me guste, pero si sé qué es lo que tiene usted que le disgusta o le asusta o le da pereza o le aleja o lo repele: a mi. No se preocupe, no me tendrá por mucho tiempo, gracias a usted.
Usted no es el primero que pasa por mis sábanas y me hace desearle y pedirle sin palabras que se quede. Usted es uno de varios que no puede conmigo. Porque soy mucho de ésto, mucho de lo otro, demasiado algo. Y usted no busca lo mismo.
Porque, por más que quiera que el intelecto gane, que el corazón proteja, que lo correcto flote, no soy más que otra occidental intentando escapar del amor romántico, atrapada entre sus raíces.
Ya llegué a la orilla del país y sigo escapando, hasta que la carne duela y la lengua se me adormezca, con las ganas constantes de que alguien se quede, me aguante.
No me malinterprete, sé que soy encantadora, de esos encantos de zoológico, que uno ve salvaje y maravilloso, admirándole su coraje, su pureza. Y teniéndole lástima por saberle enjaulado, volteando hacia el otro lado, porque es más cómodo.
Podré ser una loca más en su lista, mientras usted es un cobarde más en la mía.
Es que nadie me enseñó a elegir, tengo 26 años improvisando.
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